Con la aparición del primer bebé, además de la desestructuración física y emocional se hace evidente la PÉRDIDA de los lugares de identificación: nos ausentamos del trabajo, del estudio, dejamos de
frecuentar los lugares de diversión, estamos sumergidas en una rutina agobiante a disposición de las demandas del bebé, cada vez menos personas nos visitan y sobre todo, tenemos la sensación de "perder el tren", de haber quedado fuera del mundo. La vida cotidiana acontece entre cuatro paredes, ya que salir con un bebé muy chiquito es a menudo desalentador.
Nos convertimos en "puérperas" durante un tiempo que se prolonga mucho más que los famosos 40 días. El puerperio no finaliza cuando el obstetra da "el alta" de la cicatrización de la cesárea o la episiotomía, no se trata de la recuperación definitiva del cuerpo físico después del embarazo y el parto, sino que tiene que ver con la emoción compartida y la percepción del mundo "con ojos de bebé".
Nos encontramos con una angustia que empeora después de las seis de la tarde coincidiendo dramáticamente con el horario más difícil para la criatura. A algunas mujeres se les suma la soledad, la falta de familiares o amigos que comprendan y contengan adecuadamente, un marido que trabaja todo el día, y el vacío que produce este NO RECONOCERSE A SÍ MISMA.
Estamos sumergidas en sensaciones extremas, profundas, intensas. Al igual que nuestro bebé, quien posee un cuerpo muy pequeño pero tiene sobredimensionados todos los sentidos.
Las mujeres puérperas tenemos la capacidad de estar "sintonizadas" en la misma "frecuencia" que el bebé, lo que nos facilita criarlos, interpretar las necesidades más sutiles y adaptarnos mutuamente a la nueva vida. Por eso es frecuente la sensación de estar flotando en otro mundo, sensibles o emotivas, con las percepciones distorsionadas y los sentimientos confusos.
Lic. Laura Gutman - Psicopedagoga clínica
frecuentar los lugares de diversión, estamos sumergidas en una rutina agobiante a disposición de las demandas del bebé, cada vez menos personas nos visitan y sobre todo, tenemos la sensación de "perder el tren", de haber quedado fuera del mundo. La vida cotidiana acontece entre cuatro paredes, ya que salir con un bebé muy chiquito es a menudo desalentador.
Nos convertimos en "puérperas" durante un tiempo que se prolonga mucho más que los famosos 40 días. El puerperio no finaliza cuando el obstetra da "el alta" de la cicatrización de la cesárea o la episiotomía, no se trata de la recuperación definitiva del cuerpo físico después del embarazo y el parto, sino que tiene que ver con la emoción compartida y la percepción del mundo "con ojos de bebé".
Estamos sumergidas en sensaciones extremas, profundas, intensas. Al igual que nuestro bebé, quien posee un cuerpo muy pequeño pero tiene sobredimensionados todos los sentidos.
Las mujeres puérperas tenemos la capacidad de estar "sintonizadas" en la misma "frecuencia" que el bebé, lo que nos facilita criarlos, interpretar las necesidades más sutiles y adaptarnos mutuamente a la nueva vida. Por eso es frecuente la sensación de estar flotando en otro mundo, sensibles o emotivas, con las percepciones distorsionadas y los sentimientos confusos.
Lic. Laura Gutman - Psicopedagoga clínica
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